Saturday, September 10, 2005

Desastre natural, caos oficial (New Orleans)

• La respuesta del Gobierno de Bush al 'Katrina' debería despertar la furia de los americanos


JESSE Jackson
Pastor baptista y excandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos / Traducción de Toni Tobella

El Katrina golpeó como sólo la furia de la naturaleza sabe hacerlo. Pero el sufrimiento que ha seguido a la tormenta debería despertar la furia americana. La naturaleza lo hizo lo peor que pudo, pero el coste humano ha sido magnificado de forma extraordinaria por una falta de liderazgo mayor de lo que sería aceptable.
Estuve en Nueva Orleans la noche del jueves 1 de septiembre con Cleo Fields, senador por el estado de Luisiana. Fields había organizado un servicio privado de autobuses que fuera entrando en Nueva Orleans para intentar a la desesperada rescatar al mayor número de gente. Llevamos los autobuses a Xavier University para recoger a unos 450 estudiantes desplazados. Cuando llegamos allí, un círculo humano de familias desesperadas los rodeó. Llevaban toda la semana esperando que llegara la ayuda. Sin comida ni agua. Rezaban para que los autobuses fueran para ellos. Recogimos a tantos como nos fue posible. Pero nos vimos obligados a dejar a más de los que la conciencia puede resistir.
El Katrina fue una pesadilla de tormenta, pero fue a golpear a un país que sufre el abandono como otra gran pesadilla. Al igual que cuando las tormentas azotan Haití o Indonesia, el Katrina hizo saltar por los aires la tapadera de la pobreza de América. Se advirtió a los residentes que abandonaran Nueva Orleans y las regiones del litoral a medida que el Katrina se iba acercando. Pero muchos de los pobres --fundamentalmente la población negra urbana de Nueva Orleans, y la población blanca y negra rural de Misisipí y otros estados-- no tenían coche. Era final de mes, y el dinero escaseaba. Muchos no podían pagar ni la gasolina, ni trenes y autobuses. Algunos estaban demasiado enfermos para viajar. En Nueva Orleans, los ricos tendían a instalarse en las zonas altas, y los pobres, en las bajas. Los ricos pudieron escapar, y los pobres, los viejos, los enfermos, los vulnerables se quedaron atrás.
Muchos fueron donde les dijeron: al Superdome o al Centro de Convenciones. Y allí se encontraron con el caos más absoluto. La comida y el agua se habían agotado. La atención médica era inadecuada. Los baños no funcionaban. Y lo que es peor, no había ni Ejército ni policía que mantuviera el orden. El Katrina causó una debacle, pero los líderes fallaron en el rescate y en el despliegue de medios para salvar vidas.
Mientras la tormenta golpeaba, el presidente Bush volaba a una cita previamente concertada --donde pronunció un discurso sobre las recetas médicas y otro en el que defendió la guerra de Irak--. El secretario de Estado continuó con su plan de vacaciones hasta el jueves, disfrutando del Open de EEUU.

EN EL último minuto, el Katrina se desvió y no golpeó a Nueva Orleans de lleno como se temía. Pero aun así, los diques no resistieron y, como muchos temían, la ciudad se inundó. La debilidad de los diques no era ningún secreto. Una de las tres máximas prioridades de la Agencia de Gestión de Emergencias era precisamente un huracán abatiéndose sobre Nueva Orleans. Pero los planes para reforzar los diques --reconstruyendo el delta natural y las barreras de coral que protegieron a la ciudad durante décadas-- se han retardado por unos presupuestos inadecuados. La Casa Blanca ha seguido recortando infraestructuras. El Congreso republicano ha presupuestado más de lo que pedía Bush, pero menos de lo que se necesitaba.
¿Dónde estaba el dinero? La primera prioridad de Bush ha sido rebajar los impuestos, lo cual beneficia a los ricos, no a los pobres que sufrieron el embate de la tormenta. La segunda prioridad ha sido Irak, la guerra que los hombres del presidente prometieron que se autofinanciaría. De momento ha costado 200.000 millones de dólares, pero Bush no ha querido arriesgar y subir los impuestos para pagar la guerra. Lo que ha hecho ha sido dejar de gastar en programas para los desasistidos y en infraestructuras básicas del país imaginándose que nadie se daría cuenta.
Las tropas de la Guardia Nacional no llegaron hasta el jueves. Mientras tanto, la anarquía se instalaba en Nueva Orleans, donde los desesperados tenían, encima, que enfrentarse a los violentos. ¿Pero dónde estaban los soldados? Una tercera parte de la Guardia Nacional de Luisiana y Misisipí se encuentra movilizada en Irak. Son efectivos que a menudo salen de cuerpos de bomberos y policía, agotando la Guardia local y las fuerzas de emergencia locales. Hay suficientes miembros de la Guardia en otros estados para compensar la diferencia, pero trasladarles lleva tiempo --y además desconocen el terreno--. Después del Katrina, el tiempo era esencial.

ESTA ES UNA catástrofe natural que nos ha dejado expuestos. Ha revelado heroismos, generosidad, bandidaje, incompetencia. El Katrina ha mostrado que Nueva Orleans es una ciudad de pocos brillos y de gente pobre y abandonada. Ha dejado expuesta a una sociedad en la que los más vulnerables quedan abandonados y se ven obligados a buscarse la vida. Ha dejado expuesta a una Administración que se gasta miles de millones en guerras de vanagloria en el extranjero mientras en casa es incapaz de invertir en las infraestructuras más básicas y en medidas de emergencia en la salud pública. Y ha dejado expuesto a un presidente que pide al Congreso que recorte los impuestos a los estados más ricos de América mientras propicia que los millares de pobres que se ven abandonados en Nueva Orleans pierdan su Seguridad Social.
La respuesta al Katrina de la Administración de Bush está ampliamente considerada como algo "vergonzoso". Pero las prioridades del presidente son más que vergonzosas. Son suntuosas y cada vez más peligrosas.

Tribune Media Services

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