Monday, April 09, 2007

Un techo cuesta un riñón

El hambre y la pobreza empujan a los colombianos a la venta de sus órganos
Los donantes voluntarios no cubren la demanda y hay quien llega a pedir 15.000 euros

GLORIA HELENA REY
BOGOTÁ

Juana, que vive en una casa alquilada en un barrio humilde de la ciudad de Montería, en el norte de Colombia, está decidida a vender uno de sus riñones para darles un techo a sus hijos. Asegura que no tiene otra salida, pues no tiene dinero. "Por mis hijos hago cualquier cosa", afirma.
Más de 1.000 kilómetros al sur, el doctor Harold Cortés, coordinador de trasplantes de órganos de la clínica Valle de Lili, en Cali, está preocupado por el incremento alarmante del número de personas que, como Juana, buscan venderse algún órgano para resolver problemas económicos.
Según Cortés, la oferta telefónica de órganos humanos con fines económicos se ha incrementado este año, y las llamadas a las clínicas que realizan trasplantes se han multiplicado. Admite que el fenómeno puede ser nacional y que hay quien llega a pedir hasta 15.000 euros por uno de sus riñones. "Lo hacen, sobre todo, por ignorancia o por desesperación", afirma.
La venta de órganos humanos, condenada por el Consejo de Europa y por la Organización Mundial de la Salud, que la considera una violación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, está prohibida en casi todas las legislaciones del mundo, también en la colombiana. Pero la peor crisis económica de los últimos 70 años, la creciente demanda de órganos, la escasez de donantes y el segundo mayor desplazamiento interno del mundo --después del de Sudán-- están detonando la bomba del hambre en varias regiones de Colombia e impulsando, a su vez, la oferta de órganos humanos por dinero, admite el doctor Cortés.
Sin embargo, el doctor Alejandro Niño, de la Asociación Colombiana de Trasplante, no cree "que llegue a haber un tráfico de órganos, pues para que eso ocurra, se necesitan no solo pruebas previas de compatibilidad entre el receptor y el donante, sino una estructura quirúrgica sofisticada".

Pero en épocas de desesperación el hambre tiene cara de hereje, como decían las abuelas, y todo es posible. La Fundación Esperanza registró hace poco la denuncia de un universitario que dijo haber sido sedado en el autobús que lo conducía a la universidad y que apareció días después en un parque del sur de Bogotá sin uno de sus riñones. Aunque el doctor Niño dice que está dispuesto a atenderle gratis "para comprobar científicamente si el robo realmente existió".
El hambre está matando en Colombia. El sacerdote Alberto Parra, director de la pastoral social en el selvático departamento del Choco, en la frontera con Panamá, denunció a finales de marzo que en los últimos 12 meses murieron, solo en esa región, 78 niños indígenas y afrocolombianos por desnutrición.
También hay hambre en las regiones de la costa atlántica de Colombia. "El 25% de los pacientes que acuden a las instituciones pediátricas padecen algún grado de desnutrición", asegura Gustavo Romero, exdirector del hospital pediátrico de Barranquilla.
Aunque, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, 52 millones de personas se enfrentan a ese flagelo en América Latina, el conflicto armado interno agrava más la situación colombiana. Actualmente, 19 de los 45 millones de colombianos sobreviven en la pobreza o en la pobreza extrema, según un estudio del Departamento Nacional de Planeación.

Todo esto, sumado a que la tasa de supervivencia tras un trasplante de riñón oscila entre el 89% y el 92% (tanto para el donante como para el receptor), alimenta la venta y no la donación. Colombia, que comenzó a hacer trasplantes de riñón hace casi 20 años y de hígado y corazón hace una década, es reconocida regionalmente por la calidad del trabajo que realiza en esos campos. El 8% de los trasplantes efectuados en el país en el 2006 fueron a extranjeros.
El Gobierno de Álvaro Uribe reglamentó hace casi tres años todo lo relacionado con los trasplantes o implantes de órganos y aprobó la creación de una red nacional de trasplantes. La Asociación Colombiana de Trasplante promueve las donaciones, pero los donantes voluntarios son muy pocos y se están incrementando las muertes de los aspirantes a receptores. Más de 3.000 personas esperan un trasplante en Colombia.
Por todo eso, Cortés decidió dar la señal de alarma "para que las personas se informen sobre las donaciones de órganos y se enteren de que la ley prohíbe su venta, para que no se dejen engañar y busquen otras salidas a sus dificultades económicas".

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